Dice la gente que después de un accidente o de un susto las cosas se ven de otra manera.
En mi caso es la ausencia de mi tia lo que me lleva a plantearme muchas cosas. De hecho ya tenía una serie de decisiones tomadas para hacer algunos cambios.
Estoy cansada de trabajar tanto. Este ultimo año ha sido totalmente agotador. Y me gusta mi vida, no me quejo de ello. Pero me agota. No sé si es porque me hago mayor o porque finalmente voy aprendiendo la lección.
La cosa es que ha llegado un momento en que he comprendido el verdadero sentido de la alienación, vendemos nuestra felicidad a cambio de dinero ¿a cuanta gente le hace feliz su trabajo? ¿por cuánto dinero vende esa felicidad? Creo que soy una de las pocas y afortunadas que realmente aman su trabajo y que se sienten viva cuando lo realizan.
Yo no paso las horas mirando el reloj, esperando que sea la hora de salir, entro en el aula con una sonrisa de oreja a oreja y salgo deseando superarme y con mil ideas para hacerlo mejor la próxima vez. Por eso no me importa dedicar montones de horas a mejorar los apuntes, a cambiar ejercicios o a mil cositas que pueden hacer la vida más fácil a mis estudiantes. Es mi manera de superarme y de disfrutar y lo hago de mil amores.
¿Pero durante cuantas horas al día? Este año pasado he sacrificado todo por el trabajo, hay días que no he comido, semanas que no he dormido y meses en los que no he visto a mis amigos. Y desde luego no he disfrutado del placer de estar tranquila ni una sola vez en todo el año.
Pues como decía el anuncio "El frotar se va a acabar" y el "dejar todo por el trabajo tamibén". Quiero aprovechar cada momento, cada minuto, cada segundo en ser feliz porque la vida pasa y no espera a que se acaben las obligaciones. He reorganizado mi vida y las sesiones maratonianas de trabajo se han terminado. He aquí mi nuevo orden de prioridades: 1º.- familia, amigos y yo; 2º.- el resto de cosas